Si el silencio prolongado termina con cualquier comunicación; si las palabras vacías no conducen a ninguna parte, simplemente porque no saben cuándo se perdieron, o la indisposición o falta de preparación para escuchar crean ambientes agresivos e insoportables, solamente existe una salida: crear una estrategia. “Quién algo dice, algo quiere”, son las palabras más sencillas para indicar que hablamos o escribimos para lograr algo. Además de conscientes e intencionados, somos seres interesados. Me interesa causar una buena impresión social, me interesa que alguien me ayude, responda con cordialidad, entonces, debo materializar la intención a través de una táctica.
“¡Cómo estás!” no es el inicio de una conversación, sino de un plan de conquista. Y no se trata de un cambio de signos de puntuación o de entonación; por el contrario, representa un cambio total en busca de la satisfacción de una necesidad: sentirse acompañado, amado o como un conquistador profesional. Sin estrategia no hay grandes logros; admitamos que podría darse la comunicación, pero nunca podremos alcanzar la dignidad de “comunicadores”. Saber comunicar significa minimizar los posibles obstáculos y allanar el terreno para lograr que nuestro interlocutor identifique la intención y quede seducido por la manera como la hemos materializado.
Pensar en una estrategia, es trabajar en nuestro autodominio personal, nuestro reconocimiento; comunicarse sin un plan es emprender un viaje sin destino, es querer expresar nada. Hablar por hablar no constituye ni siquiera un ejercicio físico, sino una ofensa a la inteligencia. Nadie habla para quedar en el mismo punto inicial; incluso, sin una estrategia, retrocedemos kilómetros frente al status social que teníamos frente al interlocutor. En este caso, sin una táctica, es mejor dejar fluir el silencio. Ser feliz, al igual que la comunicación, requiere una preparación: una vez que fijamos la meta, debemos pensar cómo llegaremos hasta allá. No se puede ser feliz viajando como personas humilladas o resentidas. Por el contrario, el secreto consiste en viajar felices ya que la felicidad no es un destino sino el mismo camino. ¿La meta? Hacer felices a los demás.
¿Por dónde empezamos a hacer felices a los demás? Practicando con el espejo.
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